Compartimos aquí uno de los anexos del último libro de Jesús García Blanca La rebelión de los idiotas. A petición del autor, el biólogo y editor de Cauac Jon Ortega aborda en estas lineas el asunto de los problemas de salud reales padecidos durante el primer año de la crisis del covid, situándolos en el contexto donde esta se manifestó con mayor dramatismo: las modernizadas, sanitarizadas y muy medicalizadas sociedades urbanas de América y Europa Occidental. El texto, que se incorporó como anexo al capítulo 3 titulado Porqué se enfermaban y morían los «casos de covid», es lo bastante completo en sí mismo para ser leído como un artículo independiente y consideramos que puede ser de utilidad para quien desee seguir profundizando y aclarando las inevitables confusiones generadas por el enorme caos informativo de los últimos años.
Hemos incluido varias imágenes como apoyo visual, algunas de las cuales proceden del artículo de referencia en el que se basa el texto, publicado en el monográfico Covid-20, así como el enlace a su plataforma de apoyo con accesos directos a toda la bibliografía y un índice temático de enlaces.
Un golpe de modernidad: ¿Cuáles son los problemas de salud reales bajo la etiqueta «covid»?
Jon Ortega Rodrigáñez. Septiembre de 2023.
En este libro con sabor a despedida, nuestro gran amigo Jesús García Blanca destila las conclusiones de su dedicada labor de investigación a lo largo de más de 30 años. Entre otras reflexiones de enorme calado, de estas que afectan a las lineas de flotación del pensamiento, nos recuerda que no puede haber cambio de paradigma sin un cambio en el lenguaje y nos propone, también en la linea de varios otros investigadores y colaboradores con quienes he tenido contacto en los últimos años, abandonar ciertos términos para ciertos usos que no pueden sino generar confusión. Ciertos términos que yo mismo he empleado a menudo, como por ejemplo virus o covid.
En lo que se refiere al covid, un honesto examen de conciencia me ha obligado a darle la razón fundamentalmente por dos motivos. El primero es un hecho que creo hemos podido constatar todos los que hemos investigado el tema con un mínimo de rigor: en base a unos protocolos fraudulentos de testaje, la palabra covid se ha convertido en un cajón de sastre donde han entrado los más diversos cuadros clínicos, síntomas y problemas de salud leves o graves. El segundo y no menos importante motivo tiene que ver con la propia etimología de la palabra, que es un acrónimo de coronavirus disease, es decir, enfermedad causada por coronavirus; formulación que, como tampoco puedo dejar de reconocer, contradice mi experiencia como biólogo, ya que a día de hoy no he encontrado aún evidencia científica convincente de que los coronavirus, ni ningún otro virus, sean la causa u origen de ninguna enfermedad.
Con todo, no he podido tampoco dejar de darle mi opinión como editor, pues considero que un análisis de la crisis global de los años 2020-2022 debe entrar algo más en el tema, aunque no sea en detalle, de los problemas reales de salud que han o que hemos padecido las personas durante ese periodo, y que han constituido el epicentro mediático de todo. Jesús me contestó proponiéndome que escribiera un pequeño anexo a la primera parte de su libro, dado que su investigación se había centrado en otros aspectos de este prisma con muchas caras que es el asunto del covid, y esta es la razón por la cual me encuentro ahora escribiendo estas lineas. Agradezco grandemente a Jesús la invitación y es un honor para mí participar de esta manera en lo que, según su intención, puede ser el broche de un encomiable trabajo de tres décadas (a no ser que nos vuelva a sorprender en el futuro con un nuevo capítulo, claro está…).
La rebelión de los idiotas, de Jesús García Blanca, se terminó de imprimir en enero de 2024.
Casi todo lo que voy a comentar se basa en la investigación realizada en 2020/2021 junto a mi compañera Esperanza Manzano-Piedras y publicada en el volumen I del monográfico Covid 20, que es en muchos sentidos complementaria a las investigaciones de Jesús. Es necesario aclarar que dicha investigación no abarca el periodo posterior a las vacunacionas masivas contra el covid, que sin duda merece un estudio aparte. Manteniendo el criterio empleado en el resto del libro, no incluiré las citas bibliográficas correspondientes en el texto, sino que me limitaré a remitirme a la lista de enlaces y referencias de la página www.cauac.org/cv20, donde puede encontrarse abundante documentación de respaldo de todo lo que aquí se afirma. Si el lector encuentra algún enlace roto o referencia bibliográfica que falta, agradezco que nos informe o consulte escribiendo a info@cauac.org.
Salud y enfermedad en tiempos turbulentos
Antes de iniciar un breve repaso por algunos de los problemas de salud más extendidos de los últimos años, es importante una última aclaración. También en la linea del cambio de lenguaje para el cambio de paradigma, autores como Stefano Scoglio o Patrick Quanten proponen cambiar el término “enfermedad o desorden autoinmune” debido a que sugiere la falsa idea de que el cuerpo se ataca a sí mismo. Este tipo de enfermedades suele caracterizarse por estados de inflamación crónica y sistémica de ciertos tejidos internos, que pueden interpretarse como los esfuerzos del organismo para lidiar con un estado avanzado de intoxicación o estrés fisiológico crónico y sistémico. Del mismo modo podemos observar que muchas de las enfermedades catalogadas como “infectocontagiosas” son en realidad respuestas a eventos agudos de intoxicación o daño a determinados tejidos; incluso la propia expresión “sistema inmunitario” queda desfasada si superamos el paradigma infectocontagioso y lo entendemos de una forma más amplia y precisa como un conjunto de células y procesos que activan y regulan respuestas adaptativas coordinadas del medio interno (el autor de este libro propone sustituirla por una alternativa que me encanta: “sistema de regulación de la simbiosis”). Con todo, en aras de la comprensión de los textos y para no distraer al lector de su contenido central, por el momento suelo optar por mantener este tipo de términos y no introducir demasiados cambios de golpe. En ocasiones utilizo comillas o utilizo la expresión “las denominadas (so-called) enfermedades autoinmunes”, etc. ¡Esto del cambio de lenguaje es una cuestión delicada!
Los “clásicos de la modernidad”
Está sobradamente documentado que determinados tipos de enfermedades aparecen, o bien su incidencia se exacerba, en la medida que las sociedades adoptan los hábitos y condiciones que acostumbramos a denominar “modernizados”, típicamente en un entorno urbano con degradación ambiental severa, alimentación altamente procesada, medicalización química crónica o recurrente, existencia sedentaria, control institucional de la vida y desintegración de la comunidad y la familia extensa.1 Entre los padecimientos más significativos se encuentran, por supuesto, las enfermedades cardiovasculares (en los últimos años es especialmente significativa la incidencia de ictus), los cánceres y las denominadas “enfermedades autoinmunes”. Todas ellas han experimentado un dramático aumento a nivel global en la última década, y muy significativamente también en jóvenes, por lo que no se puede explicar la tendencia al alza únicamente por el envejecimiento de la población. Nada menos que el editor jefe de la más prestigiosa revista médica, The Lancet, acuñó el término sindemia en sustitución de pandemia, debido a la llamativa importancia de las enfermedades o condiciones clínicas previas presentes en la mayoría de los casos registrados como muertes por covid. En las primeras semanas de la crisis, Italia llegó a reportar condiciones graves previas en un 99% de las defunciones oficialmente asociadas a covid, porcentaje que dos meses más tarde disminuiría a un 96%, con una edad media de los fallecidos superior a los 80 años.
El agravamiento de la gripe estacional
Otro rasgo característico de la modernidad es el fenómeno de la “gripe estacional”, que en países desarrollados afecta a más de la mitad de la población al menos una vez al año. A pesar de las incongruentes informaciones procedentes de nuestras instituciones y los grandes medios de comunicación, según las cuales la gripe habría prácticamente desaparecido de la faz de la tierra durante los años 2020 y 20212, lo cierto es que también ha experimentado un importante auge en las dos últimas décadas, tanto en su incidencia como en su recurrencia, gravedad y mortalidad, tendencia que continúa a día de hoy. No es necesario ser médico para observarlo: en cuanto comienza la temporada de frío podemos constatar más casos que nunca a nuestro alrededor, cuadros más agudos de lo normal, o con mayor tiempo de recuperación, “que no se terminan de curar”, e incluso dos o más gripes consecutivas en poco tiempo dentro de una misma temporada, algo que hasta hace pocos años era muy raro.
Hipoxemia y “mal de altura”
Sensaciones de asfixia o dificultad para respirar vienen reportándose, especialmente en ciudades con elevada contaminación atmosférica pero también en otros entornos, ya desde antes del invierno de 2019/2020. En los hospitales han abundado los pacientes que, con independencia de su aparente estado de gravedad, presentaban un nivel de saturación de oxígeno en sangre inusualmente bajo. Terapeutas e investigadores independientes que trabajan con microscopía de campo oscuro me han confirmado que hoy en día la mayoría de las personas presentan acumulaciones de glóbulos rojos (efecto Roleaux) que, entre otros problemas, empeoran la capacidad de la sangre para transportar y distribuir oxígeno. No es difícil comprender que tal condición afecta de forma sistémica a todos los procesos fisiológicos del organismo, ya que si las mitocondrias reciben una cantidad pobre de oxígeno no pueden producir la energía necesaria para que las células se mantengan en un estado óptimo de salud. Es impensable, por tanto, que esta condición no afecte a la incidencia no solo de cardiovasculares sino de todo tipo de enfermedades, notablemente el cáncer, propenso a aparecer en tejidos con déficit de energía e insuficientemente oxigenados.
Vasculitis y neumonía intersticial
Profesionales de hospitales y UCIs de diversos países nos dan testimonio de abundantes casos, especialmente desde 2020, de un cuadro clínico que desemboca en lo que llaman una “neumonía intersticial bilateral”, es decir, que procede de los vasos sanguíneos que riegan los intersticios pulmonares, y no de las vías respiratorias propiamente dichas. Esta condición, que es la que más específicamente se ha asociado al covid y a la que muchos autores nos hemos referido como “covid grave”, ni siquiera es coherente con la narrativa de un patógeno respiratorio ya que, insisto, su origen no se encuentra en una infección o inflamación respiratoria, sino en los vasos sanguíneos. Constatado este y muchos otros detalles clínicos el Dr. Kyle-Sidell, director de una UCI en Nueva York, grabó en marzo de 2020 un video viral alertando de que lo que estaba viendo no era en absoluto la enfermedad para la que les habían preparado, y que los pulmones de cientos de miles de personas corrían peligro por culpa de unos protocolos basados en un paradigma médico erróneo. A esta denuncia seguirían muchas otras de profesionales de diferentes países, y por último las primeras autopsias, que confirmaron la inflamación sistémica de las paredes de los capilares sanguíneos causada por una “tormenta de citoquinas” (unas moléculas señal que forman parte del sistema de comunicación de nuestro sistema inmunitario) así como la acumulación descontrolada de NETs3 en la sangre y la presencia de marcadores bioquímicos que, en conjunto, indicaron con poco espacio para la duda de que en realidad se trata de un síndrome de tipo autoinmune. De hecho, se trata de un cuadro clínico que ya se conocía con anterioridad y se conocía como síndrome hemofagocítico secundario. Dicho síndrome, tal y como estaba descrito en la literatura médica hasta el momento, se manifiesta en momentos precedidos por una activación aguda del sistema inmunitario, por ejemplo a los pocos días de una gripe o una neumonía por lo que, incluso desde la visión imperante de la teoría microbiana o infectocontagiosa de la enfermedad, no se considera causado por un agente patógeno específico, sino en todo caso gatillado o desencadenado por una infección inespecífica, e incluso por otros detonantes que activan el sistema inmunitario. Esto explica también la coincidencia de su incidencia en el tiempo con la temporada de gripe.
Opoka-Winiarska 2020: uno de los artículos que reflejan que los «casos graves de covid» corresponden a un cuadro de síndrome hiperinflamatorio provocado por una intensa liberación de citoquinas y conocido como limfohistiocitosis hemofagocítica o síndrome hemofagocítico. Este cuadro no se considera causado por un agente patógeno específico sino que puede ser gatillado o activado por muy diversas circunstancias, y pertenece al ámbito de lo que en el lenguaje médico actual se denominan enfermedades autoinmunes, características del mundo moderno.
«Estamos siguiendo un paradigma médico equivocado, y a causa de ello los pulmones de cientos de miles de personas corren peligro». El jefe de UCI neoyorquino Cameron Kyle-Sidell, en el vídeo que se hizo viral en marzo de 2020.
Los factores de causalidad
La investigación realizada junto con mi compañera bióloga Esperanza Manzano-Piedras nos dejó meridianamente claro que la evolución en el tiempo y el espacio de la crisis sanitaria de 2020/2021 no guardaba la más remota coherencia con la hipótesis de un agente patógeno transmitido por vía aerea o superficies, especialmente si tomábamos en cuenta el despliegue o la ausencia de medidas de protección empleadas en los diferentes territorios. Si a esto uníamos la ausencia de evidencia de este tipo de transmisión en los estudios de aerosoles y fomites muestreados en zonas de contacto con enfermos, quedaba claro que la narrativa oficial no tenía otro respaldo que los resultados de unos protocolos de testaje diseñados en tiempo record (por PCR y las pruebas de antígenos y anticuerpos) cuyas deficiencias metodológicas estructurales eran de tal calibre que directamente fueron acusados de fraude por la lista de firmantes del informe Borger entre muchos otros científicos. Acerca de la nula credibilidad de la versión oficial de los hechos, hacia finales de 2020 sólo en España ya habíamos llegado a un consenso claro entre cientos compañeros biólogos, médicos y de otras profesiones que investigábamos el asunto de forma independiente, y lo mismo sucedió en otros países.
Por otro lado se debatían, y siguen debatiéndose, las causas de los problemas reales de salud observados durante este periodo. Nuestros resultados apuntaron desde el principio a que estos no pueden comprenderse desde una perspectiva unicausal, lo cual a día de hoy mantengo. De hecho, en mi opinión esta es una de las principales debilidades de la teoría infectocontagiosa de la enfermedad, a saber, la falta de atención a un hecho observado desde la antigüedad y reflejado en las más antiguas tradiciones médicas que conservan textos escritos: toda enfermedad es originada por la confluencia de un conjunto de factores y nunca podemos hablar de unicausalidad. Y efectivamente en los últimos años se han dado de forma global (al menos entre los países y regiones urbanas más modernizados) un conjunto de importantes factores que, no sólo han impactado de forma profunda y sin ningún tipo de duda en nuestra salud, sino que tienen un gran potencial para actuar sinérgicamente entre sí. Veamos cuáles son:
1. Contaminación electromagnética. A lo largo del último lustro hemos vivido un enorme salto cualitativo en este aspecto: densificación de redes y señales electromagnéticas, intensificación de la potencia, diversificación de las longitudes de onda empleadas (con el 4G+ y el 5G), tiempo de exposición intensa a aparatos y dispositivos, etc. Está sobradamente documentado el potencial que tiene este tipo de alteración ambiental para incidir en todos los problemas de salud comentados, por ejemplo como puede dificultar el flujo de la sangre por repolarización de las paredes de los vasos sanguíneos y provocando acumulaciones de glóbulos rojos, especialmente dañinas en las zonas capilarizadas de los tejidos. Otro aspecto relacionado con la hipoxia es el hecho de que las ondas milimétricas de 60 GHz, inéditas para su uso en el ámbito civil antes de la era 5G, tienen gran afinidad por el oxígeno e incluso afectan a su biodisponibilidad en la atmósfera. También se sabe que la exposición intensa a radiaciones electromagnéticas artificiales provoca comúnmente síntomas de tipo gripal, que en realidad no son más que respuestas de desintoxicación en un contexto de stress fisiológico y tiene pleno sentido si comprendemos que los campos electromagnéticos juegan un rol fundamental en toda la fisiología orgánica4. Pero sobretodo es a tener en cuenta el potencial sinérgico que tiene la contaminación electromagnética en conjunción con otros tipos de intoxicación, como la química, precisamente por su impacto en los procesos naturales de regulación del organismo.
2. El boom vacunalista y de medicamentos de alta toxicidad. También en la última década hemos asistido a una exacerbación de la intensidad y agresividad de las campañas estatales de vacunación, notablemente en Europa occidental, Norteamérica y Sudamérica, y especialmente en niños y ancianos. Esta exacerbación ha venido acompañada de una diversificación de productos, nuevas tecnologías de producción y nuevos componentes de elevada toxicidad «lloviendo sobre mojado» sobre una población, especialmente la anciana, ya altamente intoxicada por medicamentos. En nuestro artículo documentamos también la correlación entre vacunación y las denominadas “enfermedades autoinmunes”, como lo son la mayoría del creciente número de las catalogadas como “enfermedades raras”, que ni siquiera se conocían hace apenas unas décadas y que aún siguen ausentes en las cada vez más escasas regiones del mundo desmedicalizadas y sin un sistema sanitario desarrollado. Concretamente, hasta cinco estudios realizados en 2020 y 2021 muestran una correlación sólida y clara entre la cobertura de la vacuna de la gripe en ancianos y las tasas de mortalidad declarada por covid durante los momentos más graves de la crisis. Mi compañera y yo empleamos datos absolutos de mortalidad obteniendo resultados aún más significativos. Además, pudimos comprobar que todos los países que habían sufrido episodios de sobremortalidad extraordinaria en ancianos, coincidían dos factores sine qua non: elevada tasa de vacunación antigripal en mayores de 65 años, y distribución comercial de un tipo concreto y novedoso de vacuna antigripal: las vacunas de cultivo celular, representadas únicamente en aquél momento por el producto Flucelvax Tetra. Por supuesto, desde que entran en juego las vacunaciones masivas contra la covid en 2021 se inicia una nueva coyuntura con un impacto enorme en la salud pública, el cual no abordamos en nuestro artículo ya que se publicó en una fecha demasiado temprana para poder tener suficiente perspectiva (pretendemos tratar debidamente este asunto en el segundo volúmen del monográfico).
Entre los países que participan en el sistema de monitoreo de mortalidad EuroMoMo, el exceso de mortalidad en primavera de 2020 muestra una relación altamente significativa con la cobertura de vacunación antigripal en la población anciana. Dentro de este grupo de población, a su vez, el sector más afectado por el exceso de mortalidad fue el de los ancianos alojados en residencias, que es también y con mucha diferencia el más vacunado y medicalizado. Fuente: Ortega y Manzano-Piedras, 2021.
3. Metales pesados y contaminación atmosférica. Especialmente en las áreas más densamente urbanizadas, también se ha documentado un grave problema creciente de contaminación con metales pesados y otros contaminantes proinflamatorios e inmunotóxicos que, una vez más, actúan sinérgicamente con los efectos de la contaminación electromagnética y con metales como el mercurio y el aluminio presentes en las vacunas. Y una vez más, hemos recopilado estudios que correlacionan los datos de mortalidad con diversos factores de contaminación atmosférica destacando, además de los metales, el gasoleo de baja calidad y el biodiesel, que contiene glifosato procedente de los cultivos transgénicos. Además, podemos comprobar que la reciente crisis sanitaria sólo ha golpeado con fuerza en países con más del 50% de la población urbanizada y que las peores situaciones se han vivido en las ciudades más contaminadas de Europa Occidental, Estados Unidos y América Latina.
4. Noesiopatía y contaminación psíquica. El veterano Doctor Angel Escudero, pionero del uso de la hipnosis como método anestésico en cirujía y acuñador de los términos noesiológico y noesiopático para referirse a los efectos positivos y perjudiciales que pueden generar los pensamientos sobre la salud, compartió un video al comienzo de la crisis recomendando a todo el mundo que desconectara de televisores y periódicos. La lectura era clara: a través de los grandes medios de comunicación, nuestras autoridades estaban implementando una campaña intensiva de terror tremendamente nociva para la salud de las personas. A pesar de que la medicina institucionalizada sigue pasando de puntillas por el extraordinario y reconocido poder del efecto placebo, resulta evidente de que el efecto contrario, el nocebo, es igualmente real, y por otra parte cualquiera que bucee mínimamente en la extensa literatura científica al respecto de la interacción psique-salud podrá comprender los múltiples impactos que el miedo cronificado tiene sobre nuestro organismo, entre los que podemos destacar la inmunodepresión. Por último, importante tener en cuenta el impacto psíquico no únicamente de la reciente campaña de terror y desinformación, sino también de las consecuencias, a menudo dramáticas, de las draconianas medidas implementadas por nuestros gobiernos: aislamiento social, soledad, restricción de la movilidad, parálisis económica e indefensión ante los abusos de la autoridad entre otras.
Boxplot izquierdo (rosa): Países con menos de un 50% de población urbana. Excepto cuatro casos atípicos, la práctica totalidad de estos países presentaron datos de muy escasa mortalidad asociada oficialmente a covid. Las poblaciones rurales presentan generalmente una menor cobertura sanitaria, así como índices mucho menores de contaminación electromagnética y atmosférica, pero sobre todo una vida bastante más tranquila y menos vulnerable al stress, el caos y el pánico.
Boxplot derecho (azul): Países con más de un 50% de población urbana, donde tuvieron lugar las principales crisis sanitarias. Más de dos tercios de los países de este grupo presentan datos oficiales de mortalidad por covid muy superiores a los de cualquier país del grupo rosa, salvo cuatro casos atípicos. Fuente: Ortega y Manzano-Piedras, 2021.
El quinto elemento
Considerando los cuatro poderosos factores descritos actuando en sinergia, podemos comprender cómo se ha deteriorado la salud general de la población en los últimos años. Además, a diferencia del presunto agente patógeno transmitido por aerosoles y fomites (donde nunca se ha encontrado), estos cuatro factores como mostramos en nuestro artículo armonizan muy bien con las condiciones de los tiempos y lugares donde se han vivido las peores crisis sanitarias. Ahora bien, ¿pueden explicar por sí solos los picos extraordinarios de mortalidad en ancianos acontecidos en Europa Occidental, Norteamérica y Latinoamérica? Evidentemente que no, porque esto no puede explicarse sin el quinto elemento de la ecuación, el más sórdido de todos: los protocolos iatrogénicos impuestos por las autoridades sanitarias.5
Si a un paciente con vasculitis intersticial, o incluso con una neumonía convencional, típicamente de edad avanzada y con un nivel ya elevado de intoxicación por medicamentos, se le administra quimioterapia de alta toxicidad (Remdesivir, Tocimilizubab), como consecuencia su estado se deteriorará rápidamente. Y si a continuación el protocolo indica que por debajo de cierto nivel de saturación de oxígeno en sangre hay que proceder a la intubación traqueal (medida extrema y sin sentido cuando la causa de la hipoxia no es un compromiso de la mecánica respiratoria, teniendo en cuenta que existen diversos métodos de oxigenación no invasivos), las probabilidades de supervivencia serán muy pequeñas. La inflamación de los capilares en los intersticios pulmonares genera zonas de tejido necrosado que, bajo la presión del respirador, se desprenderán y esparcirán por las vías respiratorias generando una neumonía secundaria.
Estos y otros lamentables hechos, como la combinación mortífera de opiáceos en altas dosis (morfina y Midazolam) para paliar el sufrimiento de ancianos encerrados, aislados y desatendidos, han sido denunciados por cientos de profesionales en todo el mundo. El médico Pasquale Mario Bacco declaró en el mismísimo parlamento italiano que los protocolos que habían aplicado habían sido equivalentes a disparar en la cabeza a los pacientes. El anestesista Luciano Gattinoni, que visitó en marzo y abril de 2020 docenas de unidades de cuidados intensivos en Europa central y occidental, da por su parte testimonio de dos importantes hechos: el primero y más relevante, que en algunas UCIS la supervivencia supera el 90%, mientras que en otras no llega al 10%, siendo el factor más determinante los protocolos empleados.
Y el segundo, que la mayoría de los pacientes de UCI que observa presentan dos tipos de placas pectorales muy bien diferenciadas (una se correspondería a la de la neumonía típica, y la otra, como podemos saber hoy, a la de la vasculitis intersticial bilateral). No sabemos si por presión o por opinión sincera, Gattinoni aceptaba la narrativa oficial en cuanto a que todos los casos se trataba de una misma y única enfermedad, pero su testimonio claramente nos está confirmando lo que por otra parte ya sabíamos por múltiples declaraciones de políticos, médicos y representantes de las autoridades sanitarias: con independencia del cuadro clínico, todos los pacientes con un PCR positivo eran declarados casos de covid, asunto al que vuelvo a continuación.
El Dr. Pasquale Mario Bacco durante su intervención histórica en el congreso de los diputados de Italia, explicando a la prensa que fueron los protocolos médicos los que habían matado a los pacientes de covid. El video completo, censurado en diversas plataformas, está disponible con baja calidad en este enlace: https://superocho.org/watch/l3A1VL9UjacZxt6
Evolución del exceso de mortalidad por todas las causas durante el primer semestre de 2020 en el país con el confinamiento más severo de Europa (España) y el país con medidas de protección más leves y relajadas (Suecia). Las gráficas hablan por sí mismas. Fuente: EuroMoMo.
Un poquito de biología para encajar las piezas del puzzle
También me ha pedido Jesús que incluya en este anexo algunas explicaciones adicionales acerca del asunto de los test. La PCR en cada ciclo completo replica moléculas de ARN presentes en el líquido extracelular de las mucosas respiratorias. Lo hace a partir de unos cebadores que, teóricamente, sólo se acoplan a fragmentos que pertenecen específicamente a un virus concreto (en este caso, el supuesto “SARS-CoV-2”). Muchos compañeros biólogos hemos podido comprobar en las bases de datos de secuencias génicas que tal especificidad no se cumple. No obstante, es interesante entender que, si no se aplica un número excesivo de ciclos que acaban alterando demasiado la muestra y los componentes empleados, la PCR sí detecta una cosa y esta cosa no es otra que ARN extracelular. Y cuanta más cantidad de ARN hay presente, menos ciclos de PCR son necesarios para multiplicarlo hasta hacerlo detectable.
En determinadas circunstancias de stress fisiológico, las células humanas y animales emiten cápsulas proteicas con material genético en su interior. Diferentes autores han llamado a estas cápsulas “exosomas” o bien “virus endógenos”, ya que son indistinguibles de los virus, tanto por su aspecto como por su composición. Aunque no se hayan podido aislar de forma íntegra, sí se han fotografiado siendo excretados por la célula, y se han podido analizar las proteínas y cadenas genéticas que se encuentran en el medio extracelular durante esta fase. Entre sus funciones más probables cabe destacar la limpieza celular, y con toda probabilidad la comunicación intercelular, ya que contienen proteínas de fusión (como la famosa “espiga”6) que se acoplan específicamente a receptores de membrana presentes en determinados tejidos.
Fotografía de microscopía electrónica captando la liberación de exosomas desde la membrana celular. Durante décadas se ha estudiado la fisiología asociada a estas partículas de forma completamente ajena al campo de la virología. Hoy se reconoce abiertamente que presentan el mismo tamaño, aspecto, composición y funcionalidad fisiológica que los virus, de forma que no es posible distinguir los primeros de los segundos.
Se han reportado así la activación de virus endógenos -o exosomas- en diferentes estados de alteración o respuesta fisiológica, desde enfermedades consideradas “no contagiosas” como la artritis, varios tipos de cáncer e incluso la esquizofrenia, hasta procesos del desarrollo embrionario como la placentación. En el caso de resfriados, gripes y similares, típicamente se encuentran presentes en abundancia durante los primeros tres o cuatro días desde el inicio de los síntomas, si bien en este caso la medicina imperante asume que son patógenos invasores que proceden del exterior.
Es por ello que, durante los ensayos clínicos o bien durante el seguimiento de un paciente, médicos e investigadores pueden comprobar que cuantos más días pasan desde el inicio de este tipo de síntomas, más ciclos de PCR son necesarios para dar positivo, generándose así una sensación de coherencia y fiabilidad de la prueba. Así, si damos positivo con menos de 20 o 25 ciclos, es indicativo de que algo está sucediendo. En realidad no se está detectando ninguna evidencia de un patógeno invasor, sino simplemente que nuestro sistema inmunitario, o siguiendo la bonita propuesta de denominación de Jesús García Blanca, nuestro sistema de regulación de la simbiosis, está probablemente funcionando a todo gas. Es perfectamente descrito y conocido que por encima de 35 ciclos los resultados no son indicativos de nada; a pesar de ello el trabajo de Drosten en el que se basaron los diversos tipos de PCR aprobados “por procedimiento de emergencia” proponía llegar a los 45 ciclos y así se hizo por un tiempo, sin informar prácticamente en ningún caso al paciente, asintomático o no, de cuántos ciclos había sido su positivo. Estas “irregularidades” (por decirlo suavemente) fueron también denunciadas por cientos de profesionales en todo el mundo. La misma OMS declaró varios meses después que no podía establecerse un diagnóstico en base a un alto número de ciclos, y a pesar de ello sabemos positivamente, por capturas de pantalla compartidas por compañeros profesionales del personal sanitario, que en 2021 las PCR continuaban funcionando por encima de los 38 ciclos.
Algo análogo se puede decir de los test “indirectos” de antígenos y anticuerpos. Estos aparecen de forma inespecífica en numerosos procesos adaptativos de nuestro sistema, y los ensayos clínicos que podemos encontrar en la literatura disponible carecen de los controles necesarios para demostrar su especificidad.
Las conclusiones: un “golpe de modernidad”
No hay duda de que los factores potencialmente nocivos para la salud que nombro en el párrafo sobre “los clásicos de la modernidad” han experimentado un salto cualitativo en los últimos años: sobremedicalización tóxica, degradación y toxicidad medioambiental, sistemas de control institucional despótico sobre la vida… la crisis del covid ha sido en gran medida exclusiva de países y regiones modernizadas, y lamentablemente el deterioro de la salud de su población no ha sido un hecho puntual. Por increíble que parezca, los datos de sobremortalidad e incidencia de problemas graves de salud, especialmente en jóvenes, no indican hoy una situación general mejor que la de 2020.
Más graves aún son las implicaciones que podemos extraer de la sucesión de acontecimientos vividos. Me gustaría hacer notar cómo todos los aspectos relacionados con los factores de causalidad aquí descritos están sobradamente estudiados y documentados: su presencia, su evolución en los últimos años, las diversas formas en que afectan a nuestra salud e incluso, como mostramos en el artículo citado, su correlación con la gravedad de las crisis sanitarias de 2020/2021. Si nuestras instituciones fueran honestas y si los profesionales no hubieran vivido bajo una terrible presión sobre su libertad de expresión, no tendría sentido que estos poderosos condicionantes de la salud hayan sido sistemáticamente ignorados y silenciados, y que en cambio se haya prestado únicamente atención a un virus que, por contraste, ni se ha aislado, ni se comprende cómo puede producir la diversidad de cuadros clínicos achacados a su causa, ni es capaz de armonizar con la evolución de los datos epidemiológicos globales.
La única prueba de la presencia del fantasmal virus eran unos protocolos de test PCR aprobados por procedimiento de emergencia, refutados científicamente por cientos de investigadores, y los test indirectos de antígenos y anticuerpos, según los cuales el virus se habría expandido a una velocidad fantástica por todos los países del mundo en unas pocas semanas. Los resultados a gran escala de estos “protocolos de detección” pronto generarían un creciente desfile de paradojas: primero se comprobó que el número de asintomáticos era tan grande que la letalidad del nuevo virus no podía ser superior a la de la gripe común. Poco después, que según los procedimientos convencionales no era posible encontrar agentes patógenos ni en las gotículas del aire ni en las superficies de las residencias de ancianos ni en las habitaciones donde se habían alojado los enfermos, los cuales necesariamente debían estar por doquier para que la dispersión geográfica fuera tan veloz (ver por ejemplo en la bibliografía de la web citada Ben Schmuel 2020, o Collaneri 2020). Por si fuera poco, encontrándose los aeropuertos necesarios para la dispersión global del virus en las regiones más densamente pobladas del planeta, y en ausencia de confinamientos ni medidas severas de protección salvo en la prefectura de Hubei, fuera de la ciudad de Wuhan no se registra en ningún lugar de Asia Oriental nada remotamente parecido a las crisis sanitarias o mortalidades de ancianos que se vivieron en varias ciudades de Europa Occidental, Norteamérica y Latinoamérica (para hacernos una idea, sólo la Comunidad de Madrid reportó en un año más muertos por covid que el conjunto de países de Asia Oriental, con una población de más de 2.000 millones de habitantes). Y aún peor, las regiones menos modernizadas del planeta, con menor cobertura logística y de infraestructuras sanitarias, parecían también inmunes a los devastadores efectos del virus… y así podríamos seguir y seguir.
Boxplot rosa: En este grupo están incluidos el 25% de países con mayor gasto sanitario (más de 650 dólares por habitante y año). La gran mayoría de los países que notificaron más de una muerte por covid por 1000 habitantes durante el primer año pertenecen a este grupo, que es el que presenta la distribución de valores más elevados de mortalidad por covid según datos oficiales.
Boxplot verde: Contiene el siguiente 25% de países con mayor gasto sanitario (entre 127 y 650 dólares por habitante y año). La distribución de valores de mortalidad por covid en el primer año es netamente inferior a la del grupo rosa, y muy superior a la del resto de grupos.
Boxplot azul: El tercer grupo de países en orden inverso de gasto sanitario (entre 18 y 127 dólares por habitante y año). Distribución de valores muy inferior a la de los grupos con más gasto sanitario. Excepto en un reducido grupo de casos atípicos, en este grupo casi no se encuentran países con un registro significativo de mortalidad por covid.
Boxplot violeta: En este grupo están representados el 25% de países con menor gasto sanitario del mundo (menos de 18 dólares por habitante y año). Se trata principalmente de países africanos y asiáticos donde el covid no representó crisis sanitarias similares a las de los países occidentales, y la mortalidad oficialmente vinculada a la supuesta enfermedad fue testimonial. Fuente: Ortega y Manzano-Piedras, 2021.
A donde quiero llegar es que aún me deja perplejo el poder hipnótico de los medios de comunicación y la autoridad institucional para imponer una narrativa tan inverosímil. Creo que esta es la parte más extraordinaria de toda esta historia, y agradezco profundamente a Jesús que se atreva con ella en la segunda parte de este libro. Porque sin duda, el fraude científico es sólo la punta del iceberg de una crisis mucho más profunda ¿cómo ha sido posible que hayamos llegado a la situación que hemos llegado? Esta pregunta contiene sucesivas “capas de cebolla” en las que el autor de este libro se adentra con pico y pala. Necesitamos urgentemente desenterrarlas, debatirlas, poner en común y rescatar nuestra capacidad de entendimiento colectivo ¡gracias Jesús por abrir camino!
Notas
1 Para explicar porqué nos encontramos con ciertos tipos de problemas de salud y no otros, es importante también mencionar varios aspectos positivos de las sociedades más modernas, como un sistema saneado de aguas y residuos, condiciones higiénicas de habitabilidad, provisión estable y abundante de alimentos (aunque no sean de la mejor calidad), ciertos derechos laborales y otros avances que han mejorado notablemente las condiciones de vida de las clases más desfavorecidas con respecto a la situación vivida en la época de la revolución industrial.
2 Como resulta o al menos debería resultar evidente, el fenómeno de “la desaparición de la gripe” coincide en el tiempo con la auténtica epidemia masiva de test PCR basados en el protocolo de Drosten: cientos de miles de test eran realizados diariamente en todo el mundo a personas sanas y enfermas, catalogándose cada positivo como un caso de covid.
3 Acrónimo de “trampas extracelulares de neutrófilos”, se trata de mallas viscosas de ADN y proteínas generadas por la apoptosis de un tipo común de leucocitos, los neutrófilos. Si los niveles de NETs en sangre son demasiado grandes, síntoma común en diversas enfermedades de tipo autoinmune, se puede producir daño pulmonar severo.
4 Un libro imprescindible para comprender la naturaleza electromagnética de la vida y el impacto de las tecnologías que interfieren en los campos electromagnéticos es El arcoiris invisible de Arthur Firstenberg, tanto por la calidad de sus explicaciones como por la profusa documentación de la correlación entre el despliegue de dichas tecnologías y diferentes enfermedades. Llama la atención que, a lo largo del siglo XX, todos los eventos mayores de implementación de nuevas tecnologías de esta categoría a nivel global han venido acompañados de grandes pandemias.
5 Si hablamos de causas de mortalidad es imperativo mencionar también el destructivo y muy real efecto sobre la atención básica y de urgencia a consecuencia de la caótica situación: despriorización de servicios, reasignación de plantas, bajas y repatriaciones de personal sanitario, cancelación de intervenciones por medidas preventivas, el propio colapso causado por los protocolos iatrogénicos, el propio miedo de los pacientes a acudir a los centros y un largo etcétera.
6 Recomiendo escuchar las explicaciones que dio Stefano Scoglio en la mesa redonda celebrada en Beniarbeig el 3 de junio de 2023, donde aclara que todos los estudios de toxicidad de la proteína “spike” se han realizado sobre proteínas sintetizadas artificialmente y nunca sobre proteínas naturales aisladas de un paciente.
Artículo de referencia
Ortega, J. Manzano-Piedras, E. 2021. «El covid grave y dos paradigmas para interpretarlo». Covid 20. Una radiografía del covid-19 y una ventana hacia un nuevo paradigma. Cauac, Murcia.
Bibliografía completa y acceso directo a referencias documentales en www.cauac.org/cv20.
3 respuestas
Hola Jon,
Solo puedo felicitarte por el articulo y darte las gracias por el esfuerzo de Cauac. El libro del que, si no me equivoco, es tu mentor, Maximo Sandin, es una joya. Como alguien al que le ha interesado la ciencia y leido mucha divulgacion cientifica, es incomprensible que haya tardado tanto en conocer su trabajo. Es un caso similar al biologo ingles Rupert Sheldrake, al que descubri hace poco. Por supuesto parte de la culpa es mia, pero vivimos en una telaranya de informacion que es dificil salir.
Gracias de nuevo y me ofrezco como voluntario para ayudar en lo posible. Soy informatico, aunque mi pericia esta en sistemas operativos y concretamente Linux, es decir, no aplicado a necesidades de negocio, pero puedo trabajar a ese nivel igualmente. Por cierto, la Inteligencia Artificial es una nueva patranya … no existe tal y como la estan vendiendo … pero hay mucho dinero detras.
Saludos
Solicito a Cauac Editores me aclaren si este artículo «Destapando “las vergüenzas” del mundo moderno», forma parte del libro de Jesús García Blanca «La rebelión de los idiotas» o más bien hay que situarlo en Ortega, J. Manzano-Piedras, « “El covid grave y dos paradigmas para interpretarlo”. Covid 20. Una radiografía del covid-19 y una ventana hacia un nuevo paradigma. Cauac, Murcia 2021».
Gracias.
Buen día Lucas, este artículo forma parte del libro «La rebelión de los idiotas» de Jesús García Blanca, concretamente es el anexo al capítulo 3.
El otro que mencionas es el artículo de referencia en el que se basa este, donde se encuentran todas las referencias bibliográficas, las gráficas originales elaboradas por los autores, etc.
El anexo se escribió siguiendo el criterio del resto del libro, que se concibió para ser conciso, sencillo y fluido de leer, sin apenas notas ni citas bibliográficas, sólo con unos pocos enlaces a plataformas de referencia para la documentación.
De todas formas en el enlace que facilitamos aquí tienes acceso también a toda la bibliografía y referencias documentales en las que se basa el artículo.